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Salió también del trono una voz que decía:

— Alabad a nuestro Dios
todos cuantos le servís y veneráis,
humildes y poderosos.

Oí luego algo parecido a la voz de una muchedumbre inmensa, al rumor de aguas caudalosas, al retumbar de truenos fragorosos. Proclamaban:

— ¡Aleluya!
El Señor Dios nuestro, dueño de todo,
ha establecido su reinado.
Alegrémonos y gocémonos
y ensalcemos su grandeza,
porque ha llegado el momento
de las bodas del Cordero.
¡Está su esposa engalanada,

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